miércoles, 7 de marzo de 2018

Divinas tribulaciones matutinas

Mis sueños se desvanecen al primer “ti ti ti ti” seguido de una pausa de dos segundos, como bólido apago el despertador en ese ínfimo lapso - sé que después de esa pausa vendrá otra serie de “ti ti ti ti”, seguido por otra pausa, seguido por “ti ti ti ti”, seguido por otra pausa, iterando ad aeternum y con cada ciclo que dejo que suceda muere un hada y el Hades engendra un hado con intenciones funestas. Así que por el bien de las criaturas mágicas hay que apagar el despertador pronto. Además, ya lo pronosticaban en el libro del Apocalipsis: “Y fueron desatados los quatro Ángeles, que estaban aprestados para la hora, y día, y mes, y año: para matar la tercera parte de los hombres” (capítulo 9, versículo 15), para mí, esa es una clara referencia a las alarmas Casio y su ominoso poder sobre la esperanza de vida del trabajador. No hay que luchar contra las profecías, trae mala suerte.

Con pies de plomo me dirijo a celebrar el ritual de cada mañana. Voy al baño mientras intento abrir los ojos pese a las lagañas, me rasco la cabeza para intentar hacer que circule la sangre y me lavo las manos con agua helada. Me escurro al piso de abajo en pos de llegar a la cafetera antes de perder por completo el control de mi ser, en mi laboratorio alquímico busco transmutar, con los poderes de la piedra filosofal, mi ser maleable en un ser rejuvenecido y con posible sentimiento de inmortalidad. Llevo a cabo el Opus magnum con devoción hasta lograr el primer y exquisito sorbo, mismo que hace que pierda por unos minutos el sentido del gusto al escaldarme la lengua. Suspiro ya en estado menos aletargado y mas alerta continúo con el ritual de la mañana.


Saco los platos para el desayuno y los poso sobre la barrita de la cocina, preparo los cereales con la precisión de quién sabe que a la mayor no le gusta que se aguaden los cereales, mientras que a la menor no le gusta que la papilla quede “demasiado” aguada. Subo las escaleras hecho la viva imagen de Visnú, solamente que en vez de llevar en mis cuatro manos un padma, un sudarshaná chakrá, un shankhá y un mazo, llevo dos platos hondos llenos de cereal y papilla con cuchara, dos tazas de café hirviendo y los uniformes del día. Tal cual fuerza de la conservación y protector ante el mal llego con los desayunos a la recámara y comienzo a despertar a todos.

Tarde es cuando me percato que nuevamente fui víctima de las confabulaciones de Loki, ya que la voz con la que se premian mis esfuerzos no es ninguna otra más que: “¡No me jodas!, ¿qué no ves que hoy es domingo?”

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