Divinas tribulaciones matutinas
Mis sueños se desvanecen al
primer “ti ti ti ti” seguido de una pausa
de dos segundos, como bólido apago el despertador en ese ínfimo lapso - sé que
después de esa pausa vendrá otra serie de “ti
ti ti ti”, seguido por otra pausa, seguido por “ti ti ti ti”, seguido por otra pausa, iterando ad aeternum y con
cada ciclo que dejo que suceda muere un hada y el Hades engendra un hado con
intenciones funestas. Así que por el bien de las criaturas mágicas hay que
apagar el despertador pronto. Además, ya lo pronosticaban en el libro del Apocalipsis:
“Y fueron desatados los quatro Ángeles, que estaban aprestados para la hora, y
día, y mes, y año: para matar la tercera parte de los hombres” (capítulo 9,
versículo 15), para mí, esa es una clara referencia a las alarmas Casio y su ominoso
poder sobre la esperanza de vida del trabajador. No hay que luchar contra las profecías,
trae mala suerte.
Con pies de plomo me dirijo a celebrar
el ritual de cada mañana. Voy al baño mientras intento abrir los ojos pese a
las lagañas, me rasco la cabeza para intentar hacer que circule la sangre y me
lavo las manos con agua helada. Me escurro al piso de abajo en pos de llegar a
la cafetera antes de perder por completo el control de mi ser, en mi
laboratorio alquímico busco transmutar, con los poderes de la piedra filosofal,
mi ser maleable en un ser rejuvenecido y con posible sentimiento de inmortalidad.
Llevo a cabo el Opus magnum con devoción hasta lograr el primer y exquisito sorbo,
mismo que hace que pierda por unos minutos el sentido del gusto al escaldarme
la lengua. Suspiro ya en estado menos aletargado y mas alerta continúo con el
ritual de la mañana.
Saco los platos para el desayuno
y los poso sobre la barrita de la cocina, preparo los cereales con la precisión
de quién sabe que a la mayor no le gusta que se aguaden los cereales, mientras
que a la menor no le gusta que la papilla quede “demasiado” aguada. Subo las
escaleras hecho la viva imagen de Visnú, solamente que en vez de llevar en mis
cuatro manos un padma, un sudarshaná chakrá, un shankhá y un mazo, llevo dos platos
hondos llenos de cereal y papilla con cuchara, dos tazas de café hirviendo y
los uniformes del día. Tal cual fuerza de la conservación y protector ante el
mal llego con los desayunos a la recámara y comienzo a despertar a todos.
Tarde es cuando me percato que
nuevamente fui víctima de las confabulaciones de Loki, ya que la voz con la que
se premian mis esfuerzos no es ninguna otra más que: “¡No me jodas!, ¿qué no
ves que hoy es domingo?”