domingo, 1 de junio de 2008

Axis deus

Todas las torturas del infierno yacen representadas sobre la puerta. Al girar sobre su eje, ésta da voz a las escenas representadas en ella. No tiene cerrojo ni bisagras, se abre y cierra según ciertas reglas conocidas sólo por ella; de los pocos que conocen su existencia, ninguno se atreve a tocarla.

Su existencia y lo que hay más allá de ella son el secreto mejor custodiado de toda la creación. Solamente la realeza demoniaca es privilegiada con dicho conocimiento: Lunoc, príncipe de la fuerza, padre de la tiranía y el control; Cidor, príncipe de la crueldad, padre de la tortura y la desesperanza; y Ferka, princesa de la ilusión, madre de la corrupción y la traición.

Desde La Caída, estos tres seres dirigen los infiernos y la lucha contra la legión celeste, labor que es secundaria. Su verdadera función es ser custodios del secreto. Guardianes del monolito de mármol negro y de la puerta que lo custodia. Detractores de la voluntad divina.

Para que quede claro, hay que regresar a la época previa a La Caída. El Todopoderoso, por motivos que solo Él conoce, se rodeo de criaturas celestiales. Cada una de estas criaturas era semejante a Él en al menos un aspecto, y en mayor o menor grado. La primera y más parecida al creador pronto se convirtió en su lugarteniente. Luciel.

Cuando se desató la guerra, descubrieron que Él, no era todopoderoso como creían. Su omnipresencia se vio limitada cuando creó el primer objeto a partir de sí, y su omnipotencia en el momento en que creó el verbo. La principal beneficiada de las limitantes de Él fue Ella, la más bella de todas, quién trazó el plan que hasta hoy sigue en marcha.

Para que dicho plan funcionara, tenía que aparentar que su bando sufría la más humillante derrota. Transfigurados, huyeron y se esparcieron a lo largo de la creación. Cuando recibieron su llamado ya sólo quedaban otros tres. Llegaron al punto de reunión, Luciel yacía en el monolito detrás de la puerta. Le preguntaron por su plan y Ella se limitó a contestar que eran los únicos sobrevivientes y que era su labor formar un ejército para derrotar a los arcángeles. La existencia del monolito debía permanecer en secreto, así, tomó el corazón de cada uno como garantía.

Desde entonces Luciel yace encerrada tras la puerta y los tres príncipes de los infiernos realizan la encomienda. En un comienzo creyeron que iban a ser aplastados por Él y su ejército, pero el golpe que les atestó Luciel antes de La Caída, los había afectado terriblemente. No vieron rastros de ángel por un buen tiempo. El suficiente para amasar un ejército capaz de hacerles frente. De Él no se había vuelto a saber nada, pero seguramente vive ya que si no, no habría creación.

Después de miles de años, emerge un patrón en la guerra. Los demonios no tienen la fuerza suficiente para conquistar los cielos, pero los ángeles tampoco pueden resistir en los infiernos por mucho tiempo así que la guerra es traslada al terreno de los mortales. Sin embargo, los ángeles no dejan de invadir los infiernos. En la futilidad de sus ataques, partidas y ejércitos celestiales son masacrados constantemente. Y persisten. Buscan a Luciel.

Lunoc comanda el frente de batalla, es el gran mazo que rompe alas angelicales y demuele bastiones de pureza; Cidor mantiene el control de los avernos y rechaza las incursiones celestiales; mientras que Ferka recluta de entre los mortales y siembra la disensión entre los simpatizantes del bando contrario. Los tres se mueven al ritmo de una pieza que poco a poco ha ido diezmando la resistencia. Una pieza orquestada desde el trasfondo de los infiernos, detrás de la puerta, en el centro del monolito.

Finalmente Luciel invoca a sus regentes por segunda vez. La puerta se abre y los tres generales se internan en el monolito. La mejor descripción del interior de la piedra es que alberga maldad: pura, simple, y absoluta. No hay luz que pueda iluminar su interior, la obscuridad misma es irradiada por la más bella criatura que vio la creación. La más fría y la más temida. Ella les informa que la última batalla esta próxima, que deben preparar todo para su salida del monolito.

Ambos ejércitos se encuentran frente a frente. Los pocos mortales que yacen con vida se encuentran en las filas de un bando u otro. El espacio que les separa está cubierto de sangre seca y cadáveres, miles de años de luchas que han vuelto la tierra yerma. Aun no comienza la campaña pero es evidente quién va a ganar. Tres arcángeles avanzan extendiendo sus brazos y alas en son de paz, los tres regentes demoniacos van a su encuentro.

Los arcángeles exigen que les sea entregada Luciel, ya no les importa nada más. Cidor pregunta cuál es el interés que tienen por Ella, el arcángel responde que tienen que saber lo que le hizo a Él. Lunoc ríe con desprecio y les ordena regresar a sus filas, no quiere demorar más la carnicería. Los arcángeles se mantienen en su lugar. Ferka sonríe y en ese momento el arcángel apuñala por la espalda al que hasta entonces había hablado. Ambos ejércitos cargan.

La puerta se abre por última vez. Luciel en su magnificencia emerge del monolito. La oscuridad que irradia comienza a devorarlo todo, inclusive al ejército vencedor. La creación entera se colapsa sobre la favorita de Él.

Una puerta en medio de la nada. Una hoja lisa de un material extraño que gira sobre su eje y emite un destello que crea universos a su paso. La luz se disipa y en cada extremo de la puerta están Él y Ella.

3 comentarios:

Alexia Lefebvre dijo...

soy incapaz de escribir una, pero debe reconocer una cierta fascinación por las historias de ángeles y demonios. Más cuando gana mi bando. Hay algo de especialmente hermoso en un ángel caído.
Te amo...
A.

Bianca Monroy dijo...

Se parece a un día dentro de mi cabeza...;)
Coincido con Alexia en que hay belleza, y mucha, en un ángel caído.

Bianca Monroy dijo...

y me voy de Alemania y no hay cuento... :(

Saludos!!!!!!!!!!